25 septiembre, 2005

Otra Primera Vez

La primera impresión fue bastante decepcionante: una se imagina un lugar más bien oscuro, con luces fluorescentes al estilo zona de hospital, concretamente Urgencias. Lo que una se encuentra es una sala verde manzana con dos pisos: en la de abajo, unas puertas bastante grandes cerradas y un cartel con unos nombres en letras doradas. Te fijas en el nombre que buscas y subes. En el piso de arriba, una cafetería repleta de gente y un gran recibidor que se abre a dos pasillos.

Ahora es cuando va la segunda impresión: más decepcionante si es posible. El recibidor (que una se imagina bastante desierto o, en el caso de que estuviese repleto, con gente taciturna pasando de un lado a otro en silencio) está lleno de gente que no para de charlar. Basta con pasearse un par de veces por allí para que a tus oídos lleguen ecos de las conversaciones: "Pepito me dijo el otro día que María estaba con Fulanito y..." o "yo me quedo una hora más, luego me voy".

Te metes en el pasillo y llegas a la habitación. Esto sí es como te lo imaginas desde un principio: el féretro a un lado y la gente llorando o en silencio. Velas encendidas.

Es decir, para la mayor parte de la gente no afectada directamente por la muerte de un ser querido, una visita al tanatorio es una visita a la tasca de la esquina: un lugar donde hablar de cotilleos, de las últimas noticias de la familia mientras te tomas una cervecita y un pincho de tortilla o un lugar donde leer el periódico cual banco del parque.

¿Es ese el respeto que le damos a nuestro muertos? Y lo más impactante...¿es así como queremos que sea todo cuando estemos muertos?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sharu te respondo a esto. Una muerte es algo que no tiene remedio, es triste sí, pero ¿Qué puedes hacer ante este hecho? Nada. Sentimos impotencia ante este acontecimiento, pero ¿Qué vas a arreglar llorando?. Yo pienso que, cuando yo me muera, servirá para que toda la familia se reuna y conversen sobre lo que haciamos y se rian de las peripecias que hacía o haciamos, que me recuerden, no que lloren mi muerte y nunca me recuerden. Inevitablemente habrá alguien que llore pero no es lo que quiero, la vida sigue y quiero estar vivo en sus recuerdos y que me recuerden y comenten mis peripecias. Es mi deseo frente al lecho de muerte...

Anónimo dijo...

Esas situaciones son curiosas y muchas veces desconcertantes, creo que en un funeral se acuñó la frase: El muerto al hoyo y el vivo al bollo, es la vida... ¿o la muerte?

Alicia dijo...

Anónimo, claro que tienes toda la razón, pero mi queja sobre este velatorio en concreto se refería a que no escuché conversaciones sobre: "hicimos juntos tal cosa en vida", "él /ella no sé que...), lo único que escuché eran cotilleos sobre personas (vivas) que ni siquiera estaban presentes, como si se estuviese criticando en la barra de un bar.

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Ararat (Okapi azul, verde, ...), habrá que hacerte caso: "el vivo al bollo", voy a ponerme a hacer algo útil.

Alicia